“ Y a ti niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante
del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el
perdón de sus pecados. ” Lucas 1, 76-77
Durante los años de mi discernimiento de la vocación de un fraile, dudaba
bastante mi capacidad de vivir la vida de un hombre consagrado a Dios. Me pareció una tarea ingente vivir así. En 2006, tuve la oportunidad de ir a México para
peregrinar a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Allí me llamó la atención un cuadro que
retrataba una imagen de los indios pidiendo el bautismo tras la aparición
Guadalupana. ¡Cuánto desearon el
bautismo! En un período de pocos años,
ocho millones fueron bautizados. Su inmenso
deseo y perseverancia me hicieron reflexionar a mi propio bautismo; me pregunté
qué significaba ser bautizado. Desde
allí, me encontré con la persona de San Juan Bautista.
¿De quién más podemos aprender sobre el bautismo que de él, quien
bautizó aún a Jesucristo? San Juan
Bautista es el ejemplo por excelencia de cómo vivir el bautismo. Su modo de ser y modo de vivir son la
vocación de todos los bautizados, más particularmente de los religiosos
consagrados. La vida consagrada tiene su
fundación en el bautismo y que no se nos debe parecer algo extraña ni imposible
a vivir. Debe ser familiar a todos los
cristianos porque la consagración religiosa y el bautismo son profundamente
relacionados. En el bautismo se
encuentra el sentido y el propósito de la consagrada religiosa.
Como San Juan Bautista, todos los bautizados son llamados a ser profeta,
“una voz” que proclama el perdón de los pecados, el arrepentimiento y la venida
de Jesucristo. Por la virtud de nuestro
bautismo, ya somos consagrados a Dios. Por
el bautismo, somos criaturas nuevas en el nombre de la Santísima Trinidad. Por el bautismo, somos hijos adoptivos del
Dios Padre. Por el bautismo, somos
incorporados a uno solo cuerpo, la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Por el bautismo, somos templos del Espíritu
Santo.
“Incorporados a la Iglesia por el Bautismo,
los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto
religioso cristiano. El sello bautismal
capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una
participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio
bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz.”
(CCC 1273)
Por nuestro bautismo, somos llamados a servir a Dios, a participar en la
vida de la Iglesia, a ejercer nuestro deber cristiano, a amar a nuestro prójimo
y a testificar al evangelio por palabra y obra.
Esto es la vocación de una persona bautizada. Tal persona que desea comprometerse a este
modo de vida por medio de la profesión de los tres votos religiosos o consejos
evangélicos. Al profesar los votos a
Dios, tal persona llega a ser una persona consagrada a Dios. Es decir ha tomado públicamente la decisión de
vivir su bautismo como su profesión y ocupación entera. Toda su vida se dedica totalmente a Dios.
“Los consejos evangélicos están propuestos en
su multiciplidad a todos los discípulos de Cristo. La perfección de la caridad a la cual son
llamados todos los fieles implica, para quienes asumen libremente el llamamiento
a la vida consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por
el Reino, la pobreza y la obediencia. La
profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la
Iglesia es lo que caracteriza la Vida Consagrada a Dios.”
CCC 915
“El estado religioso aparece por
consiguiente como una de las maneras de vivir una consagración más íntima que
tiene su raíz en el bautismo y se dedica totalmente a Dios. En la vida consagrada, los fieles de Cristo
se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo,
entregarse a Dios amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la
caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria
del mundo futuro.” (CCC
916)
La persona consagrada se dedica a servir a Jesús y a la Iglesia, su
Esposa. “Entregado a Dios supremamente
amado, aquel a quien el Bautismo ya había destinado a Él, se encuentra en el
estado de vida consagrada, más íntimamente comprometido en el servicio divino y
dedicado al bien de toda la Iglesia.”
CCC 945
La Vida Consagrada tiene una misión particular. La consagración religiosa tiene por misión el
anunciar al Rey que viene. “Mediante el estado de ser consagrado, la
Iglesia manifiesta a Cristo y muestra cómo el Espíritu Santo obra en ella de
modo admirable. Por tanto, los que
profesan los consejos evangélicos tienen como primera misión vivir su
consagración. Pero ya que por su misma
consagración se dedican al servicio de la Iglesia están obligados a contribuir
de modo especial a la tarea misionera.” CCC
931
La Vida Consagrada da testimonio público a la Buena Nueva y al mundo
futuro. La consagración religiosa es un “instrumento de la vida de Dios, un signo
particular del misterio de la Redención, un ejemplo a sus hermanos, un
testimonio admirable.” (CCC 932) El estado religioso es un testimonio público
a la venida de Cristo. Es siempre para
todos los consagrados el origen y la meta de su vida. (CCC 933)
La Vida Consagrada es nada más que la profundización de nuestro
bautismo. Un mejor entendimiento y una
apreciación más profunda de nuestro bautismo pueden ayudar bastante en el
discernimiento de una vocación a la Vida Consagrada.
Pidamos suplicantes que Dios conceda la gracia de consagración religiosa
a más personas que están discerniendo su vocación. San Juan Bautista, ruega por nosotros.
¡Feliz
Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista!
Fray Diego José, CFR