El Cielo en
el Aeropuerto
La semana
pasada fui a Colombia y pasé por el aeropuerto en Panamá. Por la gracia del Señor encontré una capilla
muy bonita y católica entre las tiendas del aeropuerto. Muy inesperado entre las tiendas de joyas,
de ropa, de licores, etc. estaba presente el Señor Jesucristo en el
tabernáculo. Era una capilla pequeña con
unas bancas de madera, el altar, la vía crucis en las paredes, el crucifijo
bonito y dos imágenes de la Madre de Dios.
Fue una consolación grande para mí, y me pareció para muchas otras
personas viajando por ese “templo” de consumerismo, como un mall en cualquier
ciudad. Poca gente detenían para hacer
una oración en ese lugar, pero para los que aceptaron la invitación de hablar con Dios allí fue muy especial y un buen testimonio también a los otros pasajeros.
Pensaba yo
que el aeropuerto muestra el éxito de la humanidad en cruzar los cielos, que
cada puerto proclama un destino a cualquier parte del mundo (Puerta # 20 para
Washington, Puerta # 33 para Londres, etc.) ¡ Pero esa capilla es el puerto al
cielo, sin necesidad de un motor de turbina!
Pienso que
nuestro papel como religiosos es similar.
Caminamos por todas partes del mundo con el hábito que significa nuestra
consagración a Dios, y que proclama con sencillez que todavía Dios está con
nosotros, que Él está presente en un mundo secular. El hábito es un recuerdo de la realidad de
Dios y también funciona muchas veces como un espejo para revelar la vida
espiritual de las personas que encontramos en el camino. Algunos nos sonríen, algunos se burlan de nosotros, algunos nos piden
oraciones, algunos nos ignoran, como la respuesta o reacción ante la capilla en
el aeropuerto.
Cuando yo estaba regresando a Honduras por Panamá,
tuve suficiente tiempo para celebrar la Santa Misa en esa capilla. Empecé solamente con un trabajador del
aeropuerto pero en un minuto llegó una pareja y después de pocos minutos la capilla
estaba llena de personas. Fue una buena
experiencia de la universalidad de la Iglesia Católica y la hermandad que
tenemos con personas desconocidas – de repente experimentamos ser un cuerpo en
el Señor Jesucristo por la Eucaristía. Les dije después de la misa que esperaba
conocerles un día en el cielo, por la misericordia de Dios. Joyas, ropa, licores… y una epifanía del Hijo
de Dios.
Pidamos al Señor que seamos
como esa capilla, esa puerta al cielo, en el aeropuerto.
¡Paz y
bien!
P. Ricardo,
CFR
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