martes, 27 de octubre de 2015

El Cielo en el Aeropuerto

La semana pasada fui a Colombia y pasé por el aeropuerto en Panamá.   Por la gracia del Señor encontré una capilla muy bonita y católica entre las tiendas del aeropuerto.   Muy inesperado entre las tiendas de joyas, de ropa, de licores, etc. estaba presente el Señor Jesucristo en el tabernáculo.  Era una capilla pequeña con unas bancas de madera, el altar, la vía crucis en las paredes, el crucifijo bonito y dos imágenes de la Madre de Dios.   Fue una consolación grande para mí, y me pareció para muchas otras personas viajando por ese “templo” de consumerismo, como un mall en cualquier ciudad.  Poca gente detenían para hacer una oración en ese lugar, pero para los que aceptaron la invitación de hablar con Dios allí fue muy especial y un buen testimonio también a los otros pasajeros.

Pensaba yo que el aeropuerto muestra el éxito de la humanidad en cruzar los cielos, que cada puerto proclama un destino a cualquier parte del mundo (Puerta # 20 para Washington, Puerta # 33 para Londres, etc.) ¡ Pero esa capilla es el puerto al cielo, sin necesidad de un motor de turbina!

Pienso que nuestro papel como religiosos es similar.  Caminamos por todas partes del mundo con el hábito que significa nuestra consagración a Dios, y que proclama con sencillez que todavía Dios está con nosotros, que Él está presente en un mundo secular.   El hábito es un recuerdo de la realidad de Dios y también funciona muchas veces como un espejo para revelar la vida espiritual de las personas que encontramos en el camino.  Algunos nos sonríen, algunos se burlan de nosotros, algunos nos piden oraciones, algunos nos ignoran, como la respuesta o reacción ante la capilla en el aeropuerto.

Cuando  yo estaba regresando a Honduras por Panamá, tuve suficiente tiempo para celebrar la Santa Misa en esa capilla.  Empecé solamente con un trabajador del aeropuerto pero en un minuto llegó una pareja y después de pocos minutos la capilla estaba llena de personas.  Fue una buena experiencia de la universalidad de la Iglesia Católica y la hermandad que tenemos con personas desconocidas – de repente experimentamos ser un cuerpo en el Señor Jesucristo por la Eucaristía.  Les dije después de la misa que esperaba conocerles un día en el cielo, por la misericordia de Dios.  Joyas, ropa, licores… y una epifanía del Hijo de Dios. 

Pidamos al Señor que seamos como esa capilla, esa puerta al cielo, en el aeropuerto.

¡Paz y bien!

P. Ricardo, CFR

domingo, 11 de octubre de 2015

Nuestro Santo Patrón, San Serafín

Celebramos el  lunes, 12 de octubre, la fiesta de San Serafín de Montegranario (1540-1604), el patrón de nuestro convento en Comayagua, Honduras.  Nos damos cuenta que él no es muy conocido, entonces queremos  explicarles  un poco de su vida.

Una razón que lo escogimos como patrón de este convento es que él era un albañil pobre de una familia pobre.  Sus padres murieron muy jóvenes y solo su hermano mayor lo cuidaba, y lo cuidaba con poco cariño.  Su hermano le trataba más como un siervo, y lo golpeaba si no trabajara tan rápido.  Pero una santa mujer le explicaba el evangelio y las vidas de algunos padres santos del desierto.  El corazón del futuro santo inflamó con el deseo de hacer el mismo, y la santa mujer le dio el consejo  que él entrara a los capuchinos.

San Serafín no sabía leer ni escribir, pero escuchaba profundamente a la palabra de Dios, y muchos predicadores lo buscaban para hacerle preguntas sobre las escrituras.   No tenía muchas habilidades de trabajar, y parece que el carecía una buena memoria.  Por ejemplo, una biografía dice que “cuando hace de cocinero, es martirio para la comunidad: un día se olvida echar la sal en la olla, otro día cada plato resulta un salero.”  Por eso, no tenía un oficio fijo en la comunidad y muchos se burlaban de él, en la calle y aun entre sus hermanos.   Pero el aceptaba los insultos con mucha humildad y buen humor y tenía el hábito de decir “¡O santito mío! ¡Dios te pague este favor que me haces!”

El Señor hacía muchos milagros por San Serafín, tal vez más que por cualquier otro Capuchino, incluso San Padre Pío.  A su hermano mayor, que lo había maltratado mucho en la juventud, él le sanó inmediatamente de todas sus heridas por haber caído de un andamio.  Hay muchas historias de sanaciones, de multiplicación de comida, y de milagros con peces y otros animales que lo obedecían.  Se lo reveló el secreto de las gracias milagrosas a otro fraile.  El siempre rezaba el rosario para los que le insultaban y decía “hágase según su voluntad” a las adversidades.  El Señor le reveló que esto ganaba las respuestas positivas  y milagrosas a sus oraciones.

Él fue generoso con Dios en la oración y la penitencia y generoso con su prójimo en las obras de caridad.  Yo puedo testificar que el continua en ayudarnos con su intercesión cuando necesitamos ayuda celestial.  Estamos muy agradecidos a Dios por nuestros santos hermanos y amigos.

San Serafín de Montegranario, ¡Ruega por nosotros!

P. Ricardo, CFR