lunes, 11 de mayo de 2015

En los brazos de María

En este mes del Mayo cuando celebramos el día de las madres, celebramos especialmente el amor de nuestra madre celestial, la Virgen María, que nos cuida también.   Ella tiene interés por el bien de todos los hijos de Dios. Aun podemos decir que ella cuida por nosotros con su intercesión por nuestras madres terrenales, que ellas tengan las fuerzas necesarias para ayudarnos en nuestras necesidades.   Cuando las madres no pueden cuidar a sus hijos por razón de edad o enfermedad, la madre de Dios da la fuerza a los hijos para cuidar a sus madres. (Aquí en Honduras hay un buen testimonio en la cultura para cuidar la madre anciana en la casa de sus hijos.

      Yo soy un tipo de converso a la Madre de Dios.   Es porque tuve una experiencia de conversión en una iglesia protestante cuando tenía trece años.  Yo era católica y asistía a la misa los domingos con mi familia, pero no tenía mucho interés hasta ese momento.  Después de ese día empecé a preguntar  mucho de las cosas espirituales pero leí más obras protestantes que católicas.  Por eso en el colegio, cuando un amigo mío me dijo que si yo no creía en la Inmaculada Concepción y la Asunción de la Virgen María no sería yo un católico, yo le respondí  “Entonces, no soy católico.”    Pero, gracias a Dios, en la universidad estudie' más teología católica que me llevo' a una fe más profunda y católica, una apreciación por los sacramentos, la iglesia católica, y la Madre de Dios.

    Es razonable pensar que el Señor que nos dio los mandamientos, debía seguirlos más perfectamente, incluyendo “honrarás a tus padres.” (No podemos imaginar el joven Señor Jesu's diciendo a sus padres “Yo escribió los mandamientos, no tengo que obedecerlos.”) Tiene sentido que Él quería dar a su madre los buenísimos dones de Dios, como la libertad del pecado.  También es evidente que el Señor y su madre no tienen competición.  Cuando honramos al hijo honramos a la madre, y cuando honramos a la madre honramos al Hijo.

    En los brazos y en las primeras miradas del amor en los ojos de la madre, el bebe entiende que es amado.  El Señor Jesucristo experimento’ eso en los brazos de su madre.  Que asombroso para ella mirar en los ojos de su bebe que era también su Creador.  Ella tuvo esa experiencia única, sin embargo fue una peregrinación en la fe, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica.

    San Francisco de Asís honraba mucho a la Madre de Dios, especialmente por su humildad y pobreza.  Él honraba a ella como  la imagen de la iglesia en su perfección.  Por eso, voy a terminar con una oración que San Francisco escribió, llamada el Saludo a la Bienaventurada Virgen María:
    Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen hecha iglesia,
    y elegida por el santísimo Padre de cielo,
    consagrada por El con su santísimo Hijo amado
    y el Espíritu Santo Paráclito;
    Que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien!
    Salve, palacio de Dios!      Salve, tabernáculo de Dios!
    Salve, casa de Dios!       Salve, vestidura de Dios!
    Salve, esclava de Dios!     Salve, Madre de Dios!
    Salve, también, todas ustedes, santas virtudes,
    que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo,
    son infundidas en los corazones de los fieles,
    para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!

¡Que la Madre de Dios lleve a Ud. en sus brazos, cerca de su Inmaculado Corazón!

 P. Ricardo, CFR

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