viernes, 11 de marzo de 2016

Al Señor le gusta quitar piedras

En Nueva York, Inglaterra y Nicaragua nuestros frailes ayudan en los retiros llamados “La Viña de Raquel” (Rachel’s Vineyard) para mujeres y hombres que sufren por el pecado del aborto en su pasado.  En el comienzo del retiro cada participante recibe una piedra.  Hay que llevar esa piedra consigo dondequiera que vaya  - a la cena, al baño, a la cama – hasta que esté listo para aceptar las palabras del Señor a la mujer sorprendida en adulterio.  “Tampoco yo te condeno.” O mejor decir cuando ellos estén listos para aceptar que “Nadie te condena”- ni las otras personas en el retiro ni aun la persona misma.

Esta imagen es poderosa.  Es algo que Dios quiere hacer mucho – quitar las piedras.  Él quiere remover piedras de nuestros corazones como nos dice por el profeta Ezequiel.  Él les ordenó que quitaran la piedra del sepulcro de Lázaro.  Él le quitó las piedras de acusación a la mujer sorprendida por los fariseos, y quitó la piedra grande de su propio sepulcro.  ¡Es evidente que quitar piedras sea un pasatiempo preferido del Señor!

Es importante que podamos distinguir la voz de una buena conciencia y la voz de condenación.  La primera es del Espíritu Santo, El Consolador, que nos ayuda en reconocer la verdad de nuestros pecados en la luz de la misericordia perfecta del Padre.  La segunda voz es del Acusador, el enemigo, que nos tienta con la desesperación y las mentiras como “No puedo ser un hijo amado de Dios. No puedo recibir el perdón. No vale el esfuerzo.”  El Señor les ayudó aun a los fariseos en reconocer sus pecados con sus palabras “Aquel de Uds. que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.”  Es interesante que los mas viejos (en griego, los “presbíteros”) fueran los primeros en reconocer sus pecados.  Espero que nosotros sacerdotes todavía seamos los primeros en reconocer nuestros pecados.  Además, espero que nuestro ministerio les dé la misma esperanza a los casi condenados – que ellos puedan comenzar de nuevo como la mujer que escuchó las palabras de libertad: “Ahora vete y no vuelvas a pecar.”

¡Que el Señor misericordiosísimo le quite las piedras en su vida también, y le dé la esperanza y la paz!


 P. Ricardo, CFR

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