jueves, 24 de marzo de 2016

Lavar los pies

Una historia pequeña sobre el tema de lavar a los pies de nuestros hermanos:

Tenemos la costumbre de leer las admoniciones de San Francisco para nuestro examen de conciencia en la capilla antes de las completas (la oración de la noche).

Una vez cuando yo era director de los postulantes en el Bronx, estaba leyendo la admonición siguiente para los frailes: 
“’No vine para ser servido, sino para servir’, dice el Señor.     Los que han sido constituidos sobre otros, gloríense de tal prelacía tanto como si estuviesen encargados del oficio de lavar a los pies de los hermanos.  Y cuanto mas se alteren por quitárseles la prelacía que el oficio de lavar los pies, tanto mas atesoran en sus bolsas para peligro del alma.

Pero en este momento, cuando estaba leyendo la parte sobre “lavar los pies”,  miré  abajo a los pies del postulante, llamado Mark, en frente de mí,  y de repente tuve el pensamiento “¿estás loco?” porque este postulante  tenía pies muy feos y sucios.  Y el pensamiento me golpeó tan fuerte en mi mente que paré de leer la admonición.  Y cometí el error de explicar a los otros “lo siento, acabo de ver a los pies de Mark.”  Y con esto todos los frailes no pudieron continuar con las completas, por las risas.  (¡Entonces fueron “incompletas!”)

En verdad, no sabemos los pies que tengan que lavar.  No podemos decir “solo voy a lavar a los pies de mis amigos, o a los pies de los agradecidos, o a los pies que huelen bien.”   Hay bastantes oportunidades cada día en la vida comunitaria para que cada miembro lave a los pies de otros.  Usualmente es contagioso en una dirección u otro.  Cuando pienso “¿estás loco?  No puedo hacer esto”- pero mi hermano trae el agua y la toalla, haya la posibilidad decir “Esta bien. Y puedo hacerlo también.”   Y mas que todo, porque el Señor del universo nos dio el ejemplo.

Que pase una buena celebración de la pasión, la muerte, y la resurrección del Señor.
P. Ricardo, CFR


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