Entre las comunidades religiosas de hombres
haya sacerdotes religiosos. En algunos, los que se llaman “clericales,” todos o la mayoría de los
miembros son sacerdotes; el sacerdocio es parte de la misma identidad del
instituto. En otros, por ejemplo los
Franciscanos, hay una mezcla de hermanos legos y sacerdotes quienes comparten
todos de la misma vida en fraternidad. Y
hay otros que se componen principalmente o exclusivamente de hermanos. Si hay sacerdotes en estas comunidades existen
para servir las necesidades sacramentales de los miembros de la misma
comunidad.
“En cuanto a los sacerdotes que profesan
los consejos evangélicos, la experiencia misma muestra que el sacramento del Orden encuentra una fecundidad peculiar en esta
consagración, puesto que presenta y favorece la exigencia de una
pertenencia más estrecha al Señor. El
sacerdote que profesa los consejos evangélicos encuentra una ayuda particular
para vivir en sí mismo la plenitud del misterio de Cristo, gracias también a la
espiritualidad peculiar de su Instituto y a la dimensión apostólica de
correspondiente carisma. En efecto, en
el presbítero la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada convergen en
profunda y dinámica unidad” (San Juan Pablo II, Vida Consagrada, n. 30)
Normalmente los sacerdotes religiosos
ejercen su ministerio afuera del contexto de la parroquia en celebrar los
sacramentos, predicar, evangelizar, dar dirección espiritual o en cualquier
manera que corresponda al apostolado de su comunidad. Pero a veces, los sacerdotes religiosos,
respondiendo a las necesidades de la Iglesia en ciertos lugares, asumen la
carga de un ministerio parroquial y actúan como párrocos o asistentes.
P. Heraldo José Brock, CFR
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