martes, 25 de octubre de 2016

Discerniendo una Vocación - Parte 2

















El discernimiento

La manera en que se realiza esta llamada depende mucho en las circunstancias que rodean la vida de uno y, así mismo, en su estado de vida.  Vale la pena, entonces, que un joven se ponga a reflexionar en la manera mejor para él o ella cumplir su llamada para seguir a Cristo.  Este proceso se llama el discernimiento.

Significa no solamente hacerse la pregunta: “¿Qué quiero hacer yo?” sino, “Qué he de hacer? ¿Qué quiere Dios que yo haga? ¿Cuál es el propósito de mi vida y mi destino personal?”

Muchos jóvenes, cuando empiezan este itinerario de discernimiento, se hacen la pregunta: “¿Tengo yo la vocación al matrimonio, a casarme?” La respuesta de esta pregunta es sorprendente pero fácil: “Sí, la tiene. ¡Y también la tienen todos, incluso los sacerdotes y los religiosos!” Es decir que, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC): “La vocación al matrimonio se inscribe a naturaleza misma del hombre y de la mujer según salieron de la mano del Creador” (no. 1603).  Es parte de nuestra naturaleza humana y forma la base de cualquier otro tipo de vocación.

En la Biblia encontramos la imagen del matrimonio desde el principio al fin (véase CIC 1602).  En el Antiguo Testamento la encontramos en las historias de la creación de Adán y Eva, en el Cantar de los Cantares, en la predicación de los profetas y en el libro de Tobías.  En el Nuevo Testamento la encontramos en las enseñanzas, las parábolas y los milagros (por ejemplo, en las bodas de Caná) de Jesús, en las cartas de San Pablo y por fin encontramos las bodas del cordero en el término del libro de Apocalipsis.  El matrimonio es la imagen privilegiada para describir la alianza, la relación entre Dios y su pueblo en la Biblia. Por eso, cualquier vocación cristiana que sea debe referirse a y participar en este “gran misterio” (Ef 5, 32) que se encuentra en el corazón de la revelación.

Por eso, la pregunta correcta no es “¿Tengo la vocación al matrimonio, a casarme?” Mas bien la pregunta propia será: “Hay una persona específica con quien soy llamado a casarme?” o “¿Tengo yo otra vocación extraordinaria que me llama a superar o transcender la vocación natural al matrimonio?”

En el próximo blog, vamos a examinar estas dos posibilidades.

P. Heraldo Brock, CFR


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