La semana pasada nos visitó aquí en Nueva York un huésped especial: el Papa Francisco. Yo estoy en mi cuarto año de estudios de teología, y junto con los demás seminaristas, tuve la bendición de servir en ciertas capacidades litúrgicas durante su visita. En particular, me escogieron (no se porque) para servir como diácono del incienso durante las vísperas solemnes en la catedral de San Patricio en Manhattan. Tuvimos muchas prácticas para que se nos hiciera más fácil. Con anticipación y emoción esperábamos su venida al catedral (¡sí que había bastante seguridad!).
Cuando mostraron en la tele (hay televisiones colocadas dentro del catedral, para que la gente vea mejor) que el Papa venía en rumbo por la calle de 5th Avenue la gente se puso jubiloso y se sintió la energía y emoción subir aún más. Claro que al abrir los portones grandes, el Papa entró en la catedral, y todos—junto con el Cardenal Timothy Dolan—lo recibieron con cariño y alegría.
En la hora de las vísperas, todo salió bien gracias a Dios. Yo serví bien incensando el altar, el Papa, y todos los demás. Las palabras de Su Santidad nos animaban para amar y rezar por el prójimo, especialmente por la gente musulmana quienes sufrían una tragedia en su lugar de peregrinación en Mecca. Después de vísperas el Papa saludo a cada uno de los seminaristas quienes habíamos servido durante las vísperas.
Esa noche tomé el metro para regresar al convento. Fue una alegría viendo otros frailes (el Padre Pascual, Fray Teresiano, etc.), las “madres de Calcutta,” monjas de India, feligreses, y personas de otras religiones (o ninguna religión) quienes me contaban del admiro que tenían para el Papa. También muchos de los católicos quienes no practicaban su fe tenían ganas de regresar a la Iglesia. Este día y el día siguiente en Madison Square Garden, la presencia del Papa nos ofreció la oportunidad de relacionar con la gente a un nivel más humana y amable que normalmente sucedería. Toda la ciudad cambió. Claro que siendo fraile con barba ofrecía bastantes oportunidades para dialogar, evangelizar y dar testimonio de nuestra fe católica.
El Papa Francisco se ofrecía de sí mismo y seguía adelante, a pesar de su edad y salud. El Espíritu Santo lo animaba en su misión a los Estados Unidos, y hemos sido animados también.
Ahora hay que rezar por el Sínodo de la Familia que ya pronto empieza. El día inicial es justo el día de un santo especial: el 4 de octubre. San Francisco de Asís, ruega por nos.
Fray Antonio María Diez de Medina, CFR