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LA VIDA CONSAGRADA Y LA VIDA RELIGIOSA (Discerniendo una Vocación - Parte 7)
De hecho, el término “vida consagrada” se refiere a una categoría ancha de varios tipos de personas consagradas al servicio de Dios, por ejemplo: monjes, ermitaños, frailes, monjas, hermanas, vírgenes consagradas, miembros de sociedades de la vida apostólica e institutos seglares. Pero el más común y más conocido tipo de la vida consagrada es la vida religiosa.
La vida religiosa se distingue por la profesión pública de los tres consejos evangélicos: la pobreza, la castidad y la obediencia. Por la profesión de estos votos los religiosos imitan a Jesús en la manera más perfecta, consagrando todas las dimensiones de su vida a Él, y dan testimonio de Él, su reino, su Iglesia y la vida eterna al mundo.
San Pablo escribe a los Corintios: “nuestro Señor
Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que
mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos” (2 Cor 8, 9). “Se despojó” (Fil 2, 7) dice en otro
lugar. Jesús abrazó nuestra pobreza
humana como parte de su misión redentora, hasta no tener donde recostar la
cabeza (Mat 8, 20). Jesús no se casó con
nadie para poder dedicarse a la predicación del Reino de Dios y su ministerio
entre la gente. Así podía ofrecer su
cuerpo castísimo al Padre en la cruz y a nosotros en la Sagrada
Eucaristía. Por fin, la gran
preocupación de Jesús era siempre cumplir la voluntad de su Padre: “he bajado
del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envió” (Jn 6, 38). Hacer la voluntad de su Padre era su alimento
(Jn 4, 34). “Se hizo obediente hasta la
muerte” dice San Pablo (Fil 2, 8).
P. Heraldo José Brock, C.F.R.
P. Heraldo José Brock, C.F.R.
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