sábado, 23 de abril de 2016

Amar como Él nos ha amado

Recibimos del Señor Jesucristo el nuevo mandamiento que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Una vez uno de nuestros frailes estaba preguntándole al novio de su hermana, cuando anunciaron los planes del matrimonio, "?Vas a amar a mi hermana como Cristo amaba a la iglesia?"
El pobre joven de repente entrevistado le replicó, con acento de Rocky, “Yeah” (Sí).  El fraile y la familia no estaban muy impresionados con la respuesta, entonces le preguntó más, “?Y sabes lo que significa eso?”
El joven de Brooklyn pensó un ratito y les dijo, “Yeah, daría mi vida por ella.”

Eso fue una buena respuesta.  Amar como el Señor nos ha amado es amar hasta ofrecer su propia vida por la otra persona.  Es también lavar a los pies de nuestros hermanos como el ejemplo del Señor.

Tenemos un buen ejemplo de este amor en ambos sentidos en el primer mártir de los Capuchinos, San Fidel de Sigmaringen, que celebramos el 24 de abril.  El oraba siempre a la virgen María para que nunca cometiera un pecado mortal y que pudiera derramar su sangre por Cristo.  Sus oraciones fueron escuchadas por Dios.  Fue enviado por la Propaganda Fide para dirigir la misión entre los herejes.  Las numerosas conversiones realizadas por él irritaron mucho a los líderes de los herejes que lo irrumpieron durante una predicación.  Lo sacaron de la iglesia y lo golpearon de muerte.  Era el 24 de abril de 1622.  Tenía 45 años.  Él se hizo el primer mártir de los Capuchinos y de la Propaganda Fide.

El Papa Benedicto XIV escribió: “San Fidel derramaba la plenitud de su caridad en confortar y ayudar al prójimo, abrazaba con paternal corazón a todos los afligidos… (los huérfanos y viudas…) ayudaba incansablemente a los prisioneros con todos auxilios corporales y espirituales posibles, visitaba con solicitud a los enfermos… Este hombre Fiel de nombre y de hecho, sobresalió en la constante defensa de la fe católica.”

San Fidel dio su vida por su esposa, la iglesia.  En este amor consiste la verdadera gloria de Dios y de los hombres que viven según la imagen de Dios.  Es la gloria de la vocación de cada persona que imita la generosidad del Señor, 

Que el Señor le dé la gracia de imitar su amor.
P. Ricardo, CFR